Que Bogotá

Bogotá casi se ha convertido en mi refugio. Más allá de las largas jornadas de clases, Bogotá es luz, es lluvia tenue. Es esa sofisticación que nunca Lima será. Es vivir en las alturas. Es mi libertad. Es volver a usar piercing. Es caminar sin rumbo por Chapinero. Almorzar sosegadamente en un restaurante francés de la carrera Cuarta. Son noches tontas hablando inglés con un par desconocidos en el Recreo de Adán. Es la posibilidad de comenzar todo de nuevo.

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