Los retornos

Regresar por estos meses a casa de mis padres y mi antiguo cuarto me ha servido para recordar cosas que han ido cambiando en mi vida: Mi extraña costumbre de pasar horas mirándome al espejo; las marquitas en el tabique del closet que iba haciendo a medida que crecía centímetros (al final termine resignandome de que nunca sería alto); mis gustos musicales por la Oreja de Van  y Mar de Copas (he vuelto a ellos en estos días); la de contradecir verbalmente las cosas que mi madre decía (ahora ya no las digo, las hago); cuando salía todas las tardes a las cabinas de Internet (el último año del colegio ya ni hacía las tareas); las largas horas tontas que la pasaba con Pollo, Frank, Vic y demás (cuando podíamos perder tiempo); la primera vez (y única) vez que lloré por amor. Muchas cosas, que entonces eran bromas, se convirtieron en cosas serias. El caso es que, a diferencia de lo que se pueda pensar, no miro las cosas de antes con añoranza sino con un ligero y suave resabio de dulzor.

Que la fé

Me da  mucha pena cuando le cuento mi estrés a mi madre y ella me dice "órale a nuestro Señor Jesucristo". Yo con la mirada perdida pienso que me gustaría tener la fé que ella tiene. Por que, a sus 55 años, a veces se le vé con mayores esperanzas en la vida que yo.

dos mil once

"Y vamos abriendo puertas y vamos cerrando heridas. Por que en el año que llega vamos a vivir la vida" (Gloria Stefan)